Tonos y registros.

La manera en que nos expresamos verbalmente es un reflejo de nuestra personalidad. Todos tenemos voz, una sola voz (excepto trastornos de personalidad múltiple) que se adapta a diferentes registros en función de las circunstancias y que se desenvuelve con diversos tonos en función de nuestro estado de ánimo y de los temas que abordamos.

Más allá del contenido, las empresas, marcas, instituciones y entidades –además de emitir una comunicación coherente y eficaz que explique a sus consumidores y usuarios quiénes o qué son, qué ofrecen y cómo funcionan– deberían tratar de empatizar con ellos, sus receptores, explicándose de forma distintiva y atractiva, adaptándose a la naturaleza de múltiples medios y canales de comunicación.

Ay, sí... esto suena muy teórico, serio, cansino. ¿Complicado?, ¡qué va! Las voces fluyen de forma espontánea. Tan fácil como que cuando hace frío te pones un abrigo y cuando hace calor vas en manga corta. Solo hay que combinar sentido común con unas normas básicas de convivencia que si siguen ahí por algo será. Y es que por mucho calor que tengas, no andes en bañador y a tronco descubierto por la ciudad, turista, que Barcelona no es una playa, aunque haberla hayla. Que si vas a un concierto de punk rock no te calces tacones de vértigo, querida, que además de dar el cante te los vas a cargar, evítalos tanto como las chanclas, porque muy probablemente te pisarán. Y tú, si por casualidad vas a la ópera, arréglate aunque sea un poco, chico, que ni a los ancianos llamas de usted... Piensa en esto: cuando tu informalidad se vuelve normalidad, lo más informal es ser formal.