Cartas de amor/desamor.

Necesitaba escribirle, decirle por escrito todo aquello que no podía decirle en persona sin que se dispararan gritos y reproches –siempre los mismos reproches– desde ambos frentes. Decirle que reconocía que ese callejón de mierda en el que se encontraban era en buena parte creación suya. Pero que no podía –y posiblemente no quería– cambiar.

Echaba de menos todo, y seguramente ya no había forma de recuperarlo. Como los besos que antaño se daban cada vez que acababan de plegar juntos sus sábanas limpias, juntando los últimos extremos de tela a la vez que sus labios. Era costumbre, pero ahora ella las malpleglaba a solas para no pasar por la vergüenza de los besos forzados o, aún peor, de aquellos orgullosa y evidentemente evitados. La evidencia de la ausencia, la falta de ternura, química, calor. Mientras tanto, las arrugas y malos pliegues de las sábanas se acumulaban en el armario, con la esperanza de que el propio peso acabara por plancharlos.